LA SOLEDAD DEL ÁRBOL.

La soledad del árbol este que en la orilla del lago va creciendo solitario. Mecido por el viento cálido que le mima.  
Por naturaleza ha nacido en medio del mundo desierto desarbolado. Firme y gallardo permance  sin miedo a tormentas besando la brisa que llega hasta su copa dorada entre amaneceres y noches de estrellas. Se rodea de armonía en su oasis bruñido libre de miradas ajenas.  
Y en las olas del viento vuelan sus hojas secas para renovarse luego con otras hojas de seda y se viste de gala de amor- de vida cuando la noche su oscuro manto retira.  


Cuado asoma la primera luz del alba, coqueto se mira en el espejo del agua cristalina y pasa el día mirando al cielo a la espera de gaviotas que le brinden compañia. 

Cuando el sol se oculta, aparece la noche moqueta mágica preñada de luceros que hoy duermen todavía, mas cuando abren sus parpados son antorchas de luz que columpian la caricia en el camino de la vida, los sueños y anhelos en cada rincón del mundo ensalzan el universo, la tierra las plantas, el verbo el mar y las almas faltas de amor y toda especie que en nuestro planeta habita.  No estás sólo árbol amigo. 

Haikus 

Una semilla,

    en una isla desierta.

Hechó raíces.

***

Cayó en silencio
entre la arena fértil
                                    y se hizo un árbol.                                     

                                

*** 
Sueños ansía

 como fiel centinela

                                 mirando al Cielo.                                    

                                                         


  

                                                        
El Creador

Cada noche te hablo en silencio yo sé que me escuchas, mas no me contestas pero sé que llegas Dios mío cuando te llamo. 

Se que estás en todas partes aunque yo tus pisadas no vea
sé con certeza que mi plegaria te llega. Como en un espiral de rojas violetas.  Siento tu mano cerca en las alegrías y en las penas y colmas de paz mi alma, mis días de tristeza haciendo mi carga más llevadera en esta ansiedad que me quema.  ¿Serás tú esa dulce mariposa que acaricia mis dedos?  Derramando sobre ellos un soplo de luz de amor y esperanza. Y siento en ellos un escudo protector que mima este árbol caído que soy yo. Con tu ayuda, el árbol se levanta se renueva y siente el frescor en sus hojas mustias-ocres.  Tambíe las flores del campo qué aunque mojadas de rocío engalanan y dan brillo a las ramas del viejo árbol su esencia aromatiza dando sentido a la vida alejando mi hastío.

Mis estimados amigos, deseo que mi sencilla entrada sea de vuestro agrado aunque ponga en ella alma vida y corazón: los años no perdonan y cada día que pasa por encima se nota a leguas de distancia mas doy gracias a los dioses del destino cuando veo la luz cada mañana a mí misma me abrazo.

Un puñado de besos para los amantes de las cosas sencillas.

Gracias por vuestra constancia y aprecio,

¡sos geniales!

15-5-2017.

Marina Filgueira García

Pontevedra.