miércoles, 26 de noviembre de 2008

Almas vivas llenas de tristeza.

Ahora la mayoría de las personas duramos muchos años, (la cuestión es para qué).
Mientras que servimos, nuestros hijos nos quieren mucho nos visitan cuando pueden…
Una madre acoge a seis hijos, pero los seis no tienen un sitio para una madre.
Una buena tarde de otoño decidí visitar a mi amiga Carmela, que hacía algún tiempo la habían internado en una buena residencia, ¡La impresión fue demasiado!
Al llegar allí me recibió una monja bastante agradable, me dijo que pasara a una salita que iba a llamar a Carmela que se encontraba en la sala de recreo.

Allí estuve esperando un rato y luego apareció Carmela, más triste que el manto de la noche, se agarró a mí cómo un clavo llorando perdidamente y diciéndome, gracias por venir a verme. ¡Que sola me encuentro en medio de estos locos!
Estuvimos charlando un buen rato contándome sus pesadillas y penas.
Carmela tiene todos sus sentidos bien, pero tiene una pierna herida que no le cura más y tiene mucho dolor a diario.

Estuvo enseñándome la estancia por dentro hasta que llegamos a la sala de recreo.
Estaba llena de personas mayores, tenían la televisión encendida pero pocos o ninguno la veían.
Unos tenían la mirada perdida, otros estaban con la boca abierta otros dormidos, otros casi se peleaban una que le robaba la ropa, otra que no quería que la mirara, que si una butaca era de una o si era de otra. Alguna venía tras de mi y yo estaba deseando salir pronto de aquel sitio tenebroso. (quien sabe si algún día estaré yo también ahí pienso).

Aquí todos los interno están tarados decía, el personal me trata más o menos bien pero echo de menos tanto y tanto el calor de mi casa.  Por ejemplo la habitación donde dormía yo sola, aquí dormimos tres en una misma habitación y… se calló y luego dijo,
querría estar y morir en mi casa aunque estuviera sola, tenía mis vecinos que siempre estaban pendientes de mí y sé que me quieren mucho.
Mis hijos y mis nietos están lejos y poco vienen a verme, aunque aquí me dieran manjares, estoy muy lejos de los míos que tanto quiero.
Ahora me fallan mis piernas por estar cansadas y enfermas para andar y ellos no me dan su mano tierna para apoyarme como lo hice yo cuando ellos comenzaron a dar sus primeros pasos caminando con sus débiles piernas.
Siempre quise para ellos lo mejor y he preparado los caminos que han debido recorrer.
Pensé entonces que con el paso que me adelantaba a dar estaría construyendo para ellos una ruta en otro tiempo, pero siempre con ellos. (Yo Marina pienso). Sin miedo a equivocarme.
¡Nuestros hijos no se acuerdan que es una madre la que les enseña tantas cosas en la vida!
Desde el momento que nacen, dedicamos casi todas las horas de nuestra vida a su cuidado.  Le bañamos todos los días hasta que ellos lo hacen por sí mismos, les damos mil besitos hablamos con ellos desde el momento que vienen al mundo para que aprendan a hablar, velamos su sueño, les arropamos en las noches frías, les damos seguridad en sus miedos, los abrazamos con frecuencia, les enseñamos a caminar de nuestra mano tierna, a comer a vestirse a corregir con amor sus torpezas, a enseñarle siempre el buen camino, damos nuestra vida por ellos nos preocupamos de darle una educación para enfrentar la vida. Todo eso es producto de nuestro esfuerzo y perseverancia. 

Besos para los que comprenden.

23-11-2008. Marina Filgueira.

Gracias por vuestra huella.  

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